Aquel día estábamos más cerca que nunca. A pesar de la hermosa taquicardia nos mirábamos con miedo, parecía que nunca nadie hubiera estado tan próximo al vértigo de sus ojos. Me susurró al oído que su nombre empezaba por eme. Las palomas volaban volaban en círculos alrededor nuestra, nosotros afuera en la ciudad y todo parecía de ciencia ficción, como ella. Tenía la Torre Eiffel tatuada en la muñeca, la llamé la francesita, se acercó a mi oído y me dijo: hazme todo lo que tú quieras, aunque sea un rato. Le medí el cuerpo en 92 besos mientras le tarareaba canciones. Y en un vis a vis le regalé mi mejor versión. Sus labios gritaban que no mueran nunca los cantantes. Con cada caricia que m hacía me salía del hueso una flor, y ese día me dí cuenta que diciembre y la primavera podían llegar a rimar; que hubiéramos sido la mejor portada del telediario, dejando a un lado la violencia y el vandalismo de las calles de nuestro Madrid. Se marchó con prisa dejándome el corazón convertido en pólvora apunto de estallar y sudando la tristeza. Fuimos breves e intensos como los penaltis, desde ese día no hago otra cosa si no las cuentas para volvernos a encontrar...
TERRIBLEMENTE FIEL A TI, L.
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